jueves, 5 de enero de 2012

PSM denuncia ante CNDH tortura psicológica


PSM denuncia ante CNDH tortura psicológica
 (Transcripción del documento original en manos de la CNDH)


El pasado 16 de este mes, cuando fui trasladado dentro del penal en que me encuentro recluido, de un área de segregación a la de visitas conyugales que se halla en el interior, solicité también la intervención de la CNDH, quien dio fe del hecho y documentó con diversos testimonios, el montaje de las autoridades.

En ese entonces, no le quedó al Gobierno de Chiapas otra alternativa, que emitir un comunicado reconociendo lo que un día antes había negado frente al organismo defensor de los derechos humanos. Su inverosímil justificación fue que lo hicieron “por razones de seguridad” ante inexistentes amenazas de muerte de los internos.

Mi reacción a semejante mentira, fue la afirmación de que el verdadero peligro para mi seguridad y la de mi familia, es Juan Sabines Guerrero y no los internos.

Solo bastaron 13 días para confirmarlo. El día de hoy, 29 de Diciembre, aproximadamente a la 1:30 de la madrugada, unos minutos después de haber concluido mi última sesión de lectura y cuando todavía me encontraba despierto, ocurrieron los siguientes hechos:

1.  Se fue la luz o las autoridades del penal la cortaron con el deliberado propósito de inhabilitar el sistema de video vigilancia y borrar toda huella de lo que después ocurrió.

2. Pude percatarme de que se fue la luz, primero, porque se apagó el ventilador y las luces del patio cuyo reflejo penetran al cuarto conyugal habilitado como mi celda; y, en segundo lugar, porque como dije, aún estaba despierto.
Pocos segundos después del apagón, se escuchó un ruido estruendoso de personas queriendo derribar la reja que delimita el área de visita conyugal, 6 o 7 sacudidas muy fuertes. Con rapidez y sigilo me levanté descalzo para asomarme a la reja y alcancé a ver a dos guardias (inconfundibles por el uniforme negro) - con la luz nocturna alcanzaban a percibirse.

3. Con singular diligencia, en unos cuántos minutos ingresaron unos siete custodios y el director, que vestía bermudas y chanclas. Yo observaba todo serenamente y ellos aún no se percataban de mi presencia.
Engolando la voz para parecer preocupado, Gerardo Oney Clemente gritaba a los dormitorios 1 y 2 preguntando qué habían visto. Obviamente los muchachos contestaron “¡Nada!”. Sólo le dijeron que habían oído ruidos por los lavaderos que están contiguos a la reja de conyugales.
Por supuesto que varios de los internos del dormitorio 1 que aún estaban despiertos vieron todo, pero me dijeron en el transcurso del día “aquí, el código de la cárcel es el silencio”.

4. En una burda y cínica simulación, el director Clemente seguía gritando a los guardias:

- ¿Seguro que encerraron a todos? Abran la biblioteca y busquen, a ver si no dejaron sin encerrar a uno de los “loquitos”. (Así le llama a Emigdio, Miguel Ángel e Israel, que son los que ocupan la celda donde yo estaba. Ninguno está loco, pero aquí los van a convertir en eso).

Fue en ese momento cuando se percataron de que yo estaba parado observando todo en silencio. El director aumentó su verborrea:

- No dejan dormir estos cabrones (sic). Me acababa yo de acostar.

Decidí seguirles la corriente, al punto que amablemente y sin perder la calma, les ofrecí un par de veladoras para que se alumbraran (yo las tenía por que cuando recién fui trasladado, la luz se iba con frecuencia hasta que cambiaron el transformador).

Me preguntó entonces lo que había escuchado y le describí ruidos de metal.

Con una diligencia inusual, en menos de media hora los guardias gritaban:

 – ¡Ya llegaron los de la CFE!

En vacaciones de fin de año, a las 2 de la madrugada, ahí estaban – según ellos – nuestros heroicos electricistas reparando en menos de 10 minutos la presunta falla.

Evidentemente esta torpe y ridícula maniobra tuvo – sin lograrlo – la intención de intimidarme, apanicarme, sembrar la sospecha de una inverosímil e imposible fuga, o seguir construyendo los fantasmas de mi supuesta inseguridad.

Hoy, como hace 13 días, sostengo mi denuncia y la reafirmo: estoy en manos de un gobierno demencial, único y absoluto responsable de lo que me pase a mí, y a mi familia.

Reitero: Los internos no han atentado contra mi seguridad. Es Sabines quien la pone en riesgo y alcanza a mi familia. 

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